Sobre el fuego del Purgatorio
Sobre el fuego del Purgatorio
1. Punto Primero
Considera, amado cristiano, el tormento que causa a las almas el fuego abrasador del Purgatorio. Si el fuego de este mundo, creado para servicio del hombre, y efecto de la bondad divina, es ya el más terrible de los elementos; si es ya tal su virtud, que consume bosques, abrasa edificios, calcina mármoles durísimos, hace saltar piedras y murallas espantosas, derrite metales, y ocasiona horrendos terremotos, ¿qué será el fuego del Purgatorio, encendido por un Dios santísimo y justísimo, para con él demostrar el odio infinito que tiene al pecado?
Es tal, dice San Agustín, que el fuego de este mundo, comparado con él, no es más que pintado. Díos mío ¡Qué expresión!, ¡Las llamas que vomitan los Vesubios, las que devoraron a Roma y tantas otras ciudades, el fuego de Babilonia, el que Elías hizo bajar del cielo, hasta el diluvio de llamas que en tiempo de Lot llovió sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra, todo es fuego pintado comparado con el que atormenta a las almas del Purgatorio!
Ahora bien; si tener el dedo en la llama de una vela sería para nosotros un dolor insoportable, ¿qué tormento será para aquellas almas estar sepultadas en un fuego que es, dicen Santo Tomás y San Gregorio, igual en todo, menos en la duración, al del infierno?
Sí; escuchen almas tibias y estremézcanse; con el mismo fuego se purifica al elegido y al condenado; con la única diferencia, que aquél saldrá cuando haya satisfecho por sus culpas, y éste arderá allí eternamente. ¿Y en esas abrasadoras llamas quieres tú caer por tu tibieza? ¡Oh ceguera! ¡Oh locura sin igual!
Medita un poco sobre lo dicho.
2. Punto Segundo
Considera cuáles son las faltas por las que Dios, infinitamente bueno y misericordioso, castiga a sus amadísimas Esposas con tanto rigor, y verás que son faltas leves, y a veces un solo pecado venial. ¡Oh, y que mal tan grave debe ser éste delante de Dios, cuando es tan severamente castigado en el Purgatorio!
En efecto, el pecado venial es leve, si se lo compara con el mortal, pero en sí es mayor mal que la ruina de todos los imperios y que la destrucción del universo: es un mal tan espantoso, que excede en malicia a todas las desgracias y calamidades del mundo: es un mal tan grande, que si cometiéndolo pudieses convertir a todos los pecadores, sacar a todos los condenados del infierno, librar a todas las almas del Purgatorio, aún entonces no debieras cometerlo, pues todos estos bienes no igualarían la malicia del pecado más leve: porque aquellos son males de la criatura, y éste es un mal y una ofensa hecha al mismo Creador. ¿Puedes oír esto sin horrorizarte y sin cambiar de conducta?
Pero ¡ay! ¿qué es de tu vida sino una serie ininterrumpida de pecados? ¡Pecados cometidos con los ojos, con los oídos con la lengua, con las manos, con todos los sentidos! ¡ cuántas culpas por la ignorancia crasa y el olvido voluntario de tus obligaciones! ¡Cuántas indiscreciones por la distracción de tu espíritu, por la violencia de tu genio, por la temeridad de tus juicios, por la malicia de tus sospechas! ¡Cuántas faltas por no querer mortificarte, ni sujetarte a otro, por tu ligereza en el hablar!
¡Ay! Llora, cristiano, tu ceguedad; y a la claridad del fuego espantoso del Purgatorio, comprende, por último, cuán grande mal es cometer un pecado venial. Pero ¡ay! Es un mal tan grande; ¡y tú lejos de llorarlo, lo cometes sin escrúpulo a manera de juego, pasatiempo y diversión!...
Medita un poco lo dicho, encomienda a Dios las almas de tu mayor obligación y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
3. Ejemplo, oración y obsequio
Nada hace tan sensible la malicia del pecado venial como las muchas almas, de que consta por varias y auténticas apariciones, que han expiado en el Purgatorio faltas, según nuestro modo de hablar, muy ligeras.
Unas fueron condenadas a él por haber hablado en la Iglesia sin necesidad, como una niña de siete años, según refiere Cesáreo; otras, como la hermana de San Pedro Damiano, por haber escuchado con gusto una canción profana.
Murió Vitalina, noble doncella romana, tenida por Santa Mónica en tan buena opinión, que encomendaba a su hijo Agustín en sus oraciones; y a pesar de esto, se apareció muy triste a San Martín obispo, diciéndole: Estoy ardiendo por haberme lavado dos o tres veces la cabeza con vanidad.
Un religioso fue al Purgatorio por no haber hecho inclinación de cabeza al decir Gloria Patri , al fin de los salmos; otros, por estar en la calefacción más de lo ordinario en tiempo de invierno; allá fue a parar San Severino, por ciertas negligencias en el rezo divino; un niño de nueve años, por no haber pagado o devuelto algunas monedas que había tomado; quinientos años estuvo en aquel fuego un padre de familia, por haber descuidado la buena educación de sus hijos; San Valero, por haber favorecido demasiado a un sobrino suyo; y así de otros muchos.
Oración a Jesús conducido de tribunal en tribunal
¡Oh Padre amantísimo! Cuando considero las innumerables ofensas que cometo cada día contra tu soberana majestad, cuando me veo siempre iracundo, soberbio, vengativo, falto de virtudes y lleno de defectos y vicios, no puedo menos de temblar al postrarme ante Tus pies. ¿Y cómo me atreveré a interceder por las afligidas Almas del Purgatorio, siendo yo merecedor de penas más graves que las suyas?.
No obstante, me anima tu benignísimo y pacientísimo Hijo. ¡Ah! Si lo ves cargado de cadenas y conducido de tribunal en tribunal. Es por mi amor; si, a pesar de ser Juez de vivos y muertos, oye las más inicuas acusaciones y falsos testimonios; si lo ves insultado, escupido, abofeteado y pisoteado, es por mi amor. Acepta, pues, oh Padre amantísimo, la paciencia inalterable de mi dulce Redentor: acepta su silencio, humildad y mansedumbre asombrosa.
Estas virtudes confunden y condenan, en verdad, mi altivez, mi paciencia e ímpetu de ira y de venganza; más por sublime santidad, perdones a las pobres Almas del Purgatorio, y purificándome de mis defectos y manchas, me transformare todo en Vos. ¡OH! Concédeme estas gracias, Jesús mío benignísimo; y para más obligarte, diremos cinco Padrenuestros, cinco Avemarías y un Gloria.
Obsequio
Mañana procuraremos sufrir con paciencia, así los trabajos que Dios nos envíe, como las molestias del prójimo, en sufragio de las Almas del Purgatorio.