Hace unos días (déjenme darme el gusto de escribir la oración más larga de mi vida), seguramente a causa del encierro de la cuarentena, donde dejamos de hacer nuestras actividades, trabajos, y tareas cotidianas, que muchas veces nos tienen distraídos, o al menos concentrados en otras cosas, y nos consumen la mayor parte del día sin que nos tomemos un tiempito para reflexionar sobre algunas cuestiones, más espirituales y trascendentes... sumado a que por esta situación tuvimos que empezar a hacer nuevas tareas, o cumplir con ciertas obligaciones que no teníamos hasta este momento, convivir más tiempo con la familia, etc… y, después de haber perdido varias veces la paciencia durante el día con mi familia, y de haber desaprovechado oportunidades valiosísimas en el día para ser caritativa, generosa, y agradecida, y de haber perdido prácticamente todo el día en las redes sociales y en actividades triviales, me puse a pensar en mis reiteradas intenciones y deseos de ser santa, magnánima, caritativa, ejemplar, y coherente… y cuando empecé a pensar, me agarró una angustia muy grande, al darme cuenta de que muchas veces cuando estoy “ocupada” con las cosas de la vida cotidiana, me pongo excusas para tranquilizar mi conciencia, diciéndome que “cuando llegue el momento de practicar la caridad lo voy a hacer gustosa y de forma ejemplar”, de que “cuando se me presente la oportunidad me voy a humillar y ofrecer”, que “cuando alguien que quiero necesite algo, lo voy a ayudar con gusto, sin quejarme”, y que “cuando tenga tiempo lo voy a aprovechar para leer y avanzar con los proyectos importantes”, y podría seguir con varias cuestiones más, pero lo que quiero decir es que, estos días de cuarentena que gracias a Dios puedo pasar con mi familia, tuve oportunidad de hacer cada cosa que dije que iba a hacer cuando se me presente la oportunidad para crecer en virtud… pero llegado el momento, no lo hice…
La incoherencia es algo que a mí personalmente me revuelve las tripas, no la soporto, me hace mucha violencia… Y por supuesto, mucho menos la soporto en mí misma. Y cuando veo que estoy siendo incoherente con algo, me da una angustia muy grande…
El hecho es que pensando en todo esto, y angustiada por con estas cosas, le pregunté a mi director espiritual, prácticamente llorando: “¿Cómo hacían los santos para irse a dormir tranquilos, en paz y contentos de haber hecho lo que tenían que hacer, para si se morían irse al cielo?” (Esto del coronavirus, seguramente influyó en la ultima parte de la pregunta, de que si se morían… en otra circunstancia quizá solo hubiese preguntado como hacían para irse a dormir tranquilos sabiendo que hicieron lo que Dios quería que hagan ese día jaja).
Y mi director espiritual, muy sabiamente me contestó que lo que hacían los santos era cultivar mucho la confianza en Dios… y que cada día decían “Jesús, ¡en Vos confío!" y además cada día también repetían: "ten piedad de mí Señor, que soy un pecador" y los que se animaban, como San Pedro, decían: "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo"…
Entonces, en mi tristeza-enojo-conmigo-misma le dije que “con confianza nomás uno no se hacía santo” … "y ¿cómo sabían que hicieron todo bien?"… Entonces, después de decirme que yo “no le había preguntado como hacerse santo, sino como los santos iban a dormir tranquilos”… jajaja… me dijo que para empezar los santos no hacían todo bien, pero se esforzaban por hacerlo y el resto lo ponían en manos de Dios y confiaban mucho en Él, y poco a poco, con la ayuda de Dios, fueron haciendo mejor las cosas… Me recordó también que, al mismo tiempo que hacían obras más perfectas, los santos se sabían más pobres, más necesitados y más pecadores; y por eso mismo más dependientes de Dios; y por eso mismo menos seguros de "sus méritos"; y al mismo tiempo más seguros de la misericordia de Dios y de los méritos de la pasión de Cristo, que lavaba todos sus pecados…
Esto sienten los santos, los santos no se sienten "perfectos". Al contrario, es como cuando vemos un vidrio a la luz del sol, que se pone en evidencia todas sus suciedades… Así se veían ellos a la luz de la gracia de Dios que iluminaba sus conciencias.
La verdad es que me tranquilizaron mucho esas palabras. Pero, después volvía a pensar en todas estas situaciones tan tristes y desesperantes que está generando la pandemia, y volvía a poner mi atención en los grandes ejemplos que escuchaba. Pensaba en esa gente que está actuando de manera tan generosa y tan heroica… Y lo comparaba con mi egoísmo, con lo poco que yo hacía por Dios y por los demás, empezando por mi familia….
Y volvía a pensar en lo que me dijo mi padre espiritual: “la clave es esta: esforzarse por hacer las cosas bien, y cada vez mejor y más perfectamente y el resto ponerlo en manos de Dios y confiar mucho en Él, cada vez más también” …
Si a vos que estás leyendo te identifica algo de lo que vengo diciendo, entonces te doy el mismo consejo final que recibí: sacar oración y mejores propósitos de esta tristeza o situación angustiante que estamos viviendo….
Estoy segura que Dios quiere que seamos fieles a su gracia; que pongamos atención porque algo nos quiere decir y algo nos está inspirando con todo esto… Tal vez no se nos pida a nosotros hacer esas cosas "tan generosas" que vemos en otros, y que quizá no podemos hacer hoy, pero al menos sí hacer las cosas generosas que podemos poner por obra hoy. Pero no hacerlas con el espíritu de "qué bueno lo que estoy haciendo, ¡wow! ¡me estoy haciendo santo!" sino "¡qué bueno es Dios que me permite hacer esto!” …
Y de esto se trata el post de hoy, de hacer que cada uno de estos días nuestros sea importante y cuente…
Muchas veces, las situaciones de crisis hacen que aflore al exterior lo mejor que hay en la gente. Las personas comunes y corrientes se transforman en héroes cuando se produce un desastre. ¿Recuerdan la frase de Mascherano “hoy, hoy te convertís en héroe?”, bueno, lo estamos viendo ahora mismo. Todos los médicos, incluso los médicos retirados que están volviendo a ocupar sus puestos de trabajo porque son fieles a la vocación que eligieron de salvar vidas; los enfermeros; el personal de limpieza de hospitales y clínicas; los camioneros que dejan la seguridad de sus casas para que no falte la comida y todo lo necesario en cada ciudad; los sacerdotes y religiosas que consuelan a los enfermos, ayudan a los necesitados, ayudan en la fabricación de barbijos, etc., incluso un sacerdote que ya hizo la máxima muestra de heroísmo al dar su vida para que un joven viva; las personas que recogen la basura, y principalmente el personal policial y el ejército que están prácticamente todo el día afuera controlando que la gente cumpla con la cuarentena y manteniendo el orden y la seguridad… ¡Todos se están convirtiendo en héroes hoy!...
Y es en estos momentos, donde ya no nos enojamos por el mínimo contratiempo o una mínima dificultad; nuestro sentido de lo que verdaderamente importa se hace más vívido; queremos dar lo mejor de nosotros mismos; nos motivamos para marcar una diferencia positiva. Pero ¿por qué hace falta una crisis para sacar lo mejor de nosotros mismos? ¿Por qué no estamos a la altura todos los días?
Eso te quiero proponer en este tiempo, y ya que sea algo que arraigue en nosotros para siempre de ahora en adelante: aprovechemos la oportunidad del hoy y estemos cada día a la altura… ¡A la altura de lo que Dios espera de nosotros! (no lo que en abstracto espera de nosotros, sino de lo concreto) A la altura también de lo que los demás necesitan de nosotros, y de lo que sabemos que es más importante hacer…
Un consejo muy oportuno para estos días es el que le dio la Madre Teresa de Calcuta a un empresario de New York que viajó a verla a Calcuta, sólo para preguntarle cómo podía hacer para vivir una vida significativa… entonces la Madre Teresa solo se limitó a decirle: «Rece usted cada día, y nunca haga nada que usted sepa que está mal».
Estos días en que estamos tal vez un poco más sosegados en nuestras casas, aprovechemos para prestar más atención a nuestro día a día. Esforcémonos por adquirir hábitos que nos ayuden a perseguir lo que realmente importa. Pensemos mucho, volvamos frecuentemente sobre esta idea:"¿qué es lo que verdaderamente importa?". Así, cuando termine todo esto de la pandemia, y la cuarentena, al salir, estaremos más preparados para no dejarnos aturdir nuevamente por el mundo ni apartarnos de lo esencial con tantas distracciones que hay afuera.
Empecemos a valorar el silencio, el tiempo de sano ocio con nuestros seres queridos para recobrar energía. Rezar, y estar más tiempo y más conscientes durante el día de la presencia de Dios…
«Todas las mañanas, al despertarnos, tenemos veinticuatro nuevas horas que vivir: ¡un regalo enorme! Tenemos la posibilidad de vivir de tal forma que esas veinticuatro horas traigan paz, alegría y felicidad a nosotros mismos y a los demás»
Hagamos que el hoy realmente importe y confiemos en la Providencia de Dios que nunca abandona a quienes se confían a su cuidado. Encomendemos a nuestras familias también a la protección de San José, para que nos libre de los males físicos de esta pandemia, pero sobre todo de los males del alma que son los que realmente pueden enfermarnos, dañarnos y darnos muerte para siempre.
¡Dios te bendiga! ¡¡¡A partir de ahora nuestro HOY cuenta!!!
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