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Foto del escritorSantiago García

El cristiano es un hombre feliz



Inglaterra. 1535. Tomás Moro camina hacia el patíbulo para ser decapitado. Su oposición al divorcio de Enrique VIII de su esposa, Catalina de Aragón y la redacción de una Acta de Supremacía que convertía al monarca en cabeza de la Iglesia de Inglaterra, terminó condenándolo. La fidelidad de Moro al pontífice romano significó para aquél la pena de muerte. Sin embargo, Tomás no está afligido.

Es más, mientras se aproxima al verdugo para que cumpla con lo estipulado, le dice a éste:

«Le ruego, le ruego, señor teniente, que me ayude a subir, porque para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo».

Luego, al arrodillarse aclara:

«Fíjese que mi barba ha crecido en la cárcel; es decir, ella no ha sido desobediente al rey, por lo tanto, no hay por qué cortarla. Permítame que la aparte»

¿Cómo es posible que hubiese sido capaz de conservar el sentido del humor a esas alturas? Yo por ejemplo me habría desesperado, así como lo hago cuando nadie hizo las compras del mes y la heladera está vacía. Seguro estarán pensando, “¿Y por qué no hacés vos las compras entonces?, ¿pedazo de vago?”. Bueno esa es una muy buena pregunta, pero cuya respuesta no tiene lugar en este podcast.


No sé ustedes, pero a mí me pasa que mucha gente no puede reconciliar la idea del buen humor con ser cristiano. Como que casi constituiría un oxímoron[1] poner los dos términos en una misma oración. Y esa manera de ver al catolicismo que tiene la sociedad, de alguna manera ha sido absorbida por nosotros. Como que nos hemos creído un poco el papel que nos han dado desde afuera. Y entonces algunos pueden llegar a considerar que no existe una justificación teológica para el buen humor y que nada tiene para aportar a nuestra Fe. “Los cristianos no tienen sentido del humor”. “No saben divertirse. Solo se limitan a cumplir reglas”.


Y como el objetivo de mi post es lograr convencerlos de esa afirmación equivocadísima, voy a introducir a un capo que seguramente conocen: Gilbert Keith Chesterton. Si hay un católico que supo utilizar el humor como una herramienta apologética y al mismo tiempo era capaz de reírse de sí mismo, ese era el gordo (lo digo con cariño) Chesterton. Él supo conseguir la receta perfecta combinando las cantidades adecuadas de humor y de doctrina.


Si conocés o has leído alguna obra de Chesterton, te habrás dado cuenta de que utiliza la paradoja como recurso literario. Una paradoja es básicamente una idea opuesta a lo que se considera verdadero, es decir, algo que a primera vista no parece lógico pero que en el fondo perfectamente lo es. Este doble sentido que la paradoja plantea puede asimismo utilizarse como recurso humorístico, cosa que el autor inglés aprovecha.


"Es la prueba de una buena religión si se puede bromear al respecto". Si puede “tomar ejemplos de cacerolas, sartenes, botas y mantequillas”, entonces su teoría, filosofía o religión puede tener alguna validez genuina.” (Obras completas de Chesterton, volumen 27, p.206)

A la hora de definir un concepto o explicar el significado de algún acontecimiento, Chesterton no lo hace en sentido literal. Al contrario, intenta explicar algo de la realidad a través de alguna de sus varias aristas. Piensen, por ejemplo, en un chiste. Todo chiste o broma tiene un remate que es lo que hace que se dispare nuestra risa al parecernos gracioso. Tiene que tener un elemento sorpresa. Y esto es efectivamente lo que hace en sus ensayos y libros.

El sentido del humor enraizado en el cristianismo no es equivalente al sentido del humor mundano. No equivale a la idea burda de estar riéndose uno todo el tiempo o tomar con liviandad los acontecimientos diarios. Nuestra existencia es paradójica por definición. Tal vez consideren que una persona por el mero hecho de ser graciosa tiene sentido del humor. Y no necesariamente es así. Otra paradoja (jaja).


Chesterton afirma que el hombre no es más que una paradoja porque en él viven dos verdades que externamente no tienen solución lógica entre sí. La primera es conocida: la naturaleza caída del hombre por el Pecado Original. La otra…también la conocen y es la redención de esa caída por el Sacrificio de Cristo.


La principal paradoja del Cristianismo es que dentro de él la posición de un hombre no es la que parece sana y sensata; en sí, la posición normal es anormal. Esta es la íntima filosofía de la Caída. (Ortodoxia, p. 88)


Partiendo de esta afirmación, Chesterton deduce que la realidad puede ser aprehendida de diferentes maneras. Así, existen múltiples perspectivas para explicar una misma verdad. Con esto no quiero expresar un dominio de la subjetividad, sino que, a raíz de esta realidad aparentemente contradictoria en el núcleo de la existencia del ser humano, el mundo (y la Naturaleza) se presentan de manera ambigua. Repito, esto no significa la aceptación igualitaria de diferentes puntos de vista. Al contrario, es decir que, como en el hombre se presenta una dicotomía que parece insalvable, no es coincidencia que la realidad misma del hombre se vea reflejada de esa misma manera.


Chesterton no efectúa análisis unívocos para explicar el misterio del cristianismo. Utiliza elementos diversos que forman parte de la realidad del hombre; y esto puede hacerlo porque la multiplicidad está empapada de univocidad.


El humor requiere de ingenio y creatividad. Obliga a la persona a salir de sí misma, a descentrarse de su propia porción de realidad (y por tanto de Verdad) para conseguir una reacción (risa) de un tercero.


“El hecho de que dos cosas sean diferentes implica que son similares. La liebre y la tortuga pueden diferir en la calidad de la rapidez, pero deben coincidir en la calidad del movimiento. La liebre más veloz, por ejemplo, no puede ser más veloz que un triángulo isósceles o la idea del color rosado”. (Obras completas de Chesterton, vol. I, p. 78)

El sentido del humor es una cualidad exclusivamente humana. Esto significa que, a pesar de los accidentes y circunstancias que hacen a cada individuo particular, el sentido del humor es un elemento presente en cada ser humano y, por lo tanto, general. Si yo puedo comparar el grado de sentido del humor que tiene una persona con respecto a otra, simplemente significa que existen elementos en común que me permiten hacer la comparación.


Cuando Chesterton afirma que “no tenemos que tomarnos tan seriamente”, no significa que haya que tomarse la Fe a la ligera. Lo que verdaderamente está diciendo es que nuestra realidad es abarcada por una Realidad más grande que cobra sentido pleno en la Verdad de nuestra existencia, esa existencia contradictoria que viene a ser subsanada por el mensaje cristiano.

Por otra parte, al considerar la Redención de nuestra naturaleza caída y la inmortalidad de nuestra alma, comprendemos que los acontecimientos humanos (tristes, felices y efímeros) son pequeñísimos a la luz de la promesa de Salvación.

Así que cuando te pregunten por qué, siendo cristiano también sos alegre, quedate tranquilo, porque sos testigo de la Verdad. Una Verdad anclada, invariable a pesar del paso del tiempo o de los cambios históricos. Ahí reside verdaderamente nuestra alegría y nuestra capacidad para tener sentido del humor a pesar de los dolores y el sufrimiento que están presentes en nuestra vida.


De esta forma, el sentido del humor “expresa la verdad sobre uno mismo en relación a otro o un objeto[2]”. Podríamos decir entonces que la capacidad humorística no es propia de un ser monótono. Lo monótono es demasiado limitado, acotado y poco revelador con respecto a la realidad del cristiano. Chesterton no fue precisamente un hombre monótono. La vida del cristiano (y la de todos los seres humanos, en definitiva) es pendular. Es por esta razón que podemos experimentar el orgullo y también la humildad, como ejemplifica el escritor británico.


No es posible concebir una anécdota como algo gracioso si conocemos de antemano su desenlace. Esto explica por qué muchas de las comparaciones y afirmaciones chestertonianas pueden considerarse dignas de un autor con sentido del humor: cuentan con la espontaneidad del factor sorpresa que mencioné al principio del post.

¿Qué pasa cuando alguien anticipa el desenlace de un chiste? El chiste muere en el intento, ¿cierto? Como también la persona que contó el remate antes de tiempo, jaja. Esa aparente magia que tiene el humor se esfuma más rápido que el sueldo de uno al llegar a fin de mes. Acá encontramos otra característica propia de la persona con sentido del humor: la espontaneidad. No existe una forma matemática ni exacta para ser gracioso. El humor no se puede forzar, tiene que surgir naturalmente.


“La Naturaleza dual del hombre”; la "paradoja principal" es que "el hombre es superior a todas las cosas que lo rodean y, sin embargo, está a su merced". (G. K. Chesterton, Obras Completas, Volumen 28, p. 66)

La condición para alcanzar el verdadero sentido del humor es la humildad. No puede existir doblez. Cuando el hombre es consciente de que es la máxima creación divina y al mismo tiempo un ser tan vulnerable como un bebé recién nacido, puede hacer humor partiendo del auténtico absurdo (o disparate) que aparenta su paso por esta tierra.


“El hombre mismo es una broma en el sentido de una paradoja. Que hay algo muy extraordinario en su posición y, por lo tanto, presumiblemente en su pasado, es la forma más clara de sentido común. De todas las criaturas, no es autosuficiente, aunque sea supremo ". (Chesterton, La anatomía del chiste)

El reconocimiento de este absurdo no invalida nuestra relación de hijos de Dios. Antes bien, reafirma nuestra debilidad y al mismo tiempo nuestra dignidad como seres humanos. Esta contradicción interna constituye el núcleo del verdadero humor. Y es posible que podamos hacer uso de nuestro sentido del humor porque todos los elementos y seres que tomamos para elaborar algo que nos haga reír contiene la impresión de la mano creadora.


Asimismo, el sentido del humor es sincero y hospitalario (es decir, de buen temperamento, generoso, que expresa gratitud). Estas son virtudes cristianas elementales. Por lo que el sentido del humor es naturalmente cristiano. No es de extrañar que las cualidades opuestas a estas virtudes pertenezcan a individuos sin sentido del humor: orgullo, complacencia, deshonestidad, irreligiosidad, etc.


“El que se toma todo en serio es el que hace de todo un ídolo: se postra ante la madera y la piedra hasta que sus miembros están tan enraizados como las raíces del árbol o su cabeza tan caída como la piedra hundida al borde del camino.” (G.K. Chesterton, Sobre la seriedad).

El sentido del humor tampoco puede ser autorreferencial. El individualista no puede ser gracioso, porque el humor se disfruta en compañía. Tiene que salir de sí mismo y escapar de las verdades que consideraba hasta hace un rato como irrefutables para acercarse aún más a la verdad. Hay que salir para volver a entrar, por más paradójico que parezca, jaja.


“Hubo en Él (se refiere a Cristo) algo que escondió a todos los hombres cuando subió a orar en la montaña. Había algo que constantemente ocultó con un silencio repentino, o con un impetuoso aislamiento. Cuando caminó sobre nuestra tierra, había en Él algo demasiado grande para que Dios nos lo mostrara; y algunas veces imaginé que era Su alegría.” (Chesterton, Ortodoxia, p. 90)

El cristianismo viene a dar solución a las paradojas que el mundo ha intentado explicar pero que ha fallado sistemáticamente. El mundo no puede entender el sentido del humor cristiano porque no ha entendido aún la historia de la Redención del hombre pecador. No entiende como en medio de este valle de lágrimas, entre Tablas de la Ley o entre inagotables reglas litúrgicas, el cristiano es un hombre feliz.

[1] Figura lógica que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión. [2] Lydia B. Amir, Humor y buen vivir en la filosofía moderna: Shaftesbury, Hamann, Kierkegaard. Albany: State University of New York Press, 2014, p. 214





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