En este post vamos a seguir reflexionando sobre este gran tema del dolor y el sufrimiento… un tema que nos es muy común a todos.
¡Seguimos tomando como fuente el libro del P. Estrada, que se los super recomiendo para leer y meditar cada día! Hoy vamos a hablar de una situación muy común: el momento en que nos acosan las preocupaciones…
Cada vez más, vemos en la sociedad que aumentan las enfermedades de tipo nerviosas: muchas personas con depresión, muchas personas que no pueden vivir sin tranquilizantes… gente con mucha ansiedad…
Y en el fondo, el problema es justamente esa ansiedad que provoca muchas preocupaciones que en general son de tipo material. La ropa, la comida, el trabajo, las cuentas que hay que pagar, los productos que aumentan todo el tiempo, los remedios que son muy caros y podríamos seguir nombrando un montón de cosas.
Estas preocupaciones generan intranquilidad y desasosiego, y provocan estas enfermedades de tipo nervioso.
Pero en medio de esta sociedad neurotizada, tenemos que escuchar la voz de Jesús, que ordena no preocuparnos del vestido, la comida y del mañana…
¿Y qué quiere decir con esto? Obviamente que no propone una sociedad conformista, porque ya sabemos que Cristo dijo muchas veces que se nos va a pedir el doble de los talentos que se nos dio. También, que espera que demos muchos frutos, no como la higuera estéril.
¿Entonces?, ¿qué es lo que nos pide?. Lo que nos pide es que salgamos del “miedo excesivo”, porque ese temor excesivo muestra que no tenemos confianza en Dios, que nos garantizó siempre su providencia.
Ese temor en exceso bloquea nuestra fe y nos hace olvidar que Dios que es bondadoso no nos puede fallar.
Viene bien recordar lo que dijo Cristo: “buscar primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se nos dará por añadidura”… Esta promesa de la añadidura no es para todos, es sólo para los que buscan “en primer lugar” hacer la voluntad de Dios en todo. A esos, Dios les promete que no les va a faltar “lo necesario”.
Muchos quieren “la añadidura”, pero sin buscar antes el reino de Dios y su justicia. Quieren la “bendición” de Dios, pero sin molestarse en ir por el camino “estrecho” de que habla Jesús.
Cuenta el P. Estrada que muchas personas se le acercan cuando tienen graves problemas financieros. Le cuentan su larga y terrible historia. Entonces el padre les hace una pregunta simple: “Ustedes ¿están viviendo en Gracia de Dios? ¿Están comulgando, se confiesan? ¿Frecuentan la iglesia?. Afirman que no. Entonces, el P Estrada les dice: “¿Y todavía se extrañan de que les vaya mal? Busquen acercarse, en primer lugar, a la bendición de Dios. Asegúrense primero de que le están dando a Dios el lugar que le corresponde y verán cómo cambiará su situación”.
Y aclara que cuando afirma que “cambiará” la situación no está asegurando “riqueza en el horizonte”. Simplemente está repitiendo la promesa de Jesús: al que busca en primer lugar hacer la voluntad de Dios, el Señor le promete que no le faltará “lo necesario”. La providencia de Dios se hace fiadora de este asunto.
Es importante tener en cuenta también esto de “lo necesario” …Y para esto nos va a ayudar conocer algunas experiencias de dos grandes santos que pasaron por momentos críticos de su vida, en lo que respecta a lo material, pero que nunca sucumbieron ante el espectro del temor. Uno es Elías, profeta del Antiguo Testamento. Otro es San Juan Bosco, un gran santo de nuestros tiempos.
Elías
Por si no tenemos fresca la historia del profeta Elías, recordemos algunas cosas a grandes rasgos:
Al profeta Elías el Señor lo envió para anunciar años de sequía porque el pueblo se
había desviado hacia la idolotría. Para salvar la vida del profeta, el Señor lo mandó junto
al torrente de Querit. Dice la Biblia que diariamente unos cuervos le llevaban carne y
agua. ¡Qué raros emisarios! ¿no?. ¿Se trata de un cuentecito mitológico?, ciertamente que no. Dios no nos pide permiso para disponer de los emisarios que va a mandar a una persona.
El torrente comienza a decrecer por falta de lluvia. Elías obviamente se asusta. Dios lo envía a Sarepta. Allí lo recibe una viuda que le entrega lo poco que tienen. Este gesto de fe le vale a la viuda que no le falta el aceite y la harina. Cuando arrecia la persecución y persiguen a muerte a Elías, el profeta huye al desierto. Se deja invadir por la depresión, y pide la muerte. El Señor le envía un sueño profundo. Cuando despierta, encuentra a su lado una torta de pan y una jarra de agua
El profeta Elías siempre buscó hacer la voluntad de Dios, y Dios no le falló. Siempre tuvo lo necesario para continuar con su misión. Desde unos cuervos que le llevaban carne y agua, hasta una viuda que le da todo lo que tiene…Y cuando lo persiguen de muerte por el desierto, el Señor lo hace dormir y le pone al lado pan y agua.
Con esto vemos que Dios no le regaló unas super viandas riquísimas. No le sirvió un banquete en medio del desierto. Le dio solamente lo necesario.
Dios no libró a su profeta de los apuros que llevaron a Elías hasta la depresión; pero Elías nunca pudo decir que Dios lo había abandonado. Lo sintió presente en todo momento.
La abundancia no es buena consejera en la vida espiritual. Porque cuando todo está bien y tenemos de sobra, solemos olvidarnos de Dios, de los demás, de rezar, de pedir, de esforzarnos y cambiamos el foco de lo que es esencial.
Cuenta también el P. Estrada la anécdota de un sacerdote que nos ejemplifica mejor esto de que la abundancia no es buena consejera: Contaba un misionero que mientras estaba en África, en medio de la persecución religiosa, su vida de oración era intensa. Diariamente clamaba al Señor. Leía todo el tiempo la Biblia. Vivía pendiente de las manos de Dios. Tuvo que huir hacia los Estados Unidos. Cuando se encontró en medio de una vida sin mayores problemas, con gran comodidad, se dio cuenta de que su oración ya no era tan intensa como antes. Ya no clamaba a Dios. Ya no vivía pendiente de la voluntad de Dios. Gracias a Dios se dio cuenta que tenía que dar un giro en su vida espiritual.
Los problemas y las situaciones difíciles nos ayudan a ser humildes, a no creernos autosuficientes, y eso nos conserva atentos a hacer la voluntad de Dios y no la nuestra.
Tendríamos que preguntarnos si muchas de nuestras situaciones difíciles no son las mejores bendiciones que Dios nos regala para que NO nos alejemos del camino del bien.
Don Bosco
De San Juan Bosco seguro conocen muchas historias de cómo la Providencia, le daba de las formas más inesperadas y extrañas, ayudas a Don Bosco para que él cumpla con lo que tenía que hacer y con sus obras de caridad, desde sobres con plata que le llegaban sin motivo, hasta gente que lo paraba en la calle para darle la cantidad exacta que necesitaba. Siempre era la cantidad exacta, lo necesario...
Don Bosco en todo buscó el reino de Dios y su justicia. Se metió en graves problemas de tipo económico para ayudar a jóvenes marginados por la sociedad. Construyó talleres para aprendices, orfanatos, iglesias, escuelas. y Todo esto lo llevó a meterse en serios problemas financieros. La Providencia siempre lo ayudó a salir de esos problemas.
Don Bosco había hecho el propósito de no decir ni una sola palabra que no fuera para la mayor gloria de Dios. Afirmaba que antes de cada empresa se preguntaba si era para la mayor gloria de Dios. Si lo era, se lanzaba hasta la temeridad. Por eso la Providencia nunca lo dejó sólo.
Por ejemplo, un día estaba Don Bosco en un grave problema; tenía una de sus infaltables deudas. Los representantes de la autoridad estaban por llegar. De pronto tocan a la puerta. Era el abogado Occeleti que acaba de hacer un buen negocio y llevaba un sobre para Don Bosco. El sobre contenía la cantidad exacta que Don Bosco necesitaba.
Otro ejemplo: En 1858, Don Bosco iba a ser llevado a los tribunales. No había logrado juntar la cantidad necesaria para pagar una deuda. Se lanzó a la calle, como a la aventura, para buscar “algo”. Alguien lo detiene y le pregunta si necesita dinero. Don Bosco se extraña de la pregunta. El misterioso individuo le entrega un sobre y se aleja. Dentro del sobre estaba la cantidad exacta que Don Bosco necesitaba con urgencia para salir de su apuro.
Otro ejemplo: Cuando Don Bosco era ya anciano, estaba descansando en la casa de un
amigo. Recibió dos cartas. En una, se le indicaba que le enviarían a un abogado para que
le cobrara la suma de 30 mil liras. Don Bosco tragó amargo. En la otra carta, una dama
belga le enviaba un cheque con 30 mil francos para colaborar con sus obras de beneficencia. Don Bosco, llorando, salió de la habitación mientras gritaba: “¡La Providencia, la Providencia!”.
Como nos dice el P. Estrada, está claro que tanto el profeta Elías como Don Bosco habían buscado en todo hacer la voluntad de Dios. El Señor nunca los dejó enredados en sus problemas. Por eso una de las grandes equivocaciones que cometemos es querernos “beneficiar” de las promesas de la Biblia sin cumplir, antes, con las condiciones que Dios exige.
También es bueno, en momentos de apuros de cosas materiales, acordarnos de lo que dijo Cristo: “Den y se les dará” …. En esos momentos de angustia respecto de la economía, habría que preguntarnos seriamente si nosotros “damos a los demás”, si damos a los necesitados. Si sabemos pensar en los que están pasando por circunstancias difíciles.
Sería errado pensar que Dios tenga que usar mano larga con nosotros cuando NO somos capaces de sentir compasión por el que se acerca a nosotros pidiendo nuestra ayuda.
La política de Dios
La política de Dios en estos casos es dar lo necesario. El problema es que las personas alaban a Dios cuando les va bien en lo material, o económico o en los éxitos, pero se olvidan de alabarlo si están con deudas, o con problemas materiales o en medio de los fracasos.
Pero Dios siempre es bueno, incluso cuando nos deja pasar por situaciones difíciles. Dios siempre es bueno, los malos somos nosotros que solo sabemos alabarlo cuando tenemos logros materiales.
Tenemos la tendencia de querer que nuestros problemas financieros sobre todo se arreglen por arte de magia o soñamos con ganar la lotería, y la mayoría de las veces ni siquiera tomamos la acción de comprar un cartón, pero siempre tenemos ese pensamiento infantil de querer que todo se solucione sin hacer mucho esfuerzo.
Como aclara el P. Estrada, la política normal de Dios no es un premio de lotería. Dios
sigue un camino distinto: nos dio, de antemano, talento y un cerebro. Quiere
que nos movilicemos, que hagamos fructificar nuestros talentos. El maná (ese alimento que les cayó del cielo al pueblo elegido durante su peregrinación a la tierra prometida) solamente caerá cuando hayamos puesto todo de nuestra parte con la confianza en la Divina Providencia.
Son muchísimas las personas que creían que habían llegado ya a la ruina total. Pusieron a trabajar sus talentos, con fe en Dios, y, de pronto, se encontraron lo necesario para seguir viviendo. El maná que cae no es un cuentecito para niños. Es algo muy serio que los que tiene fe en Dios han podido comprobar muchas veces en su vida.
Dice el P. Estrada que nunca le gustó el dicho popular que dice: “Dios aprieta, pero no ahoga”. Dice que encuentra poco evangélica esta imagen de Dios que aprieta la garganta de la persona y solamente le deja un poquito de aire para que no se muera.
Y pensándolo bien, la verdad que no es el Dios que Jesús nos muestra en el Evangelio. Ese Dios bueno, misericordioso. Ese Dios que está pendiente hasta de las aves y de los lirios. Que tiene un proyecto de amor para cada uno de sus hijos.
Así que esperemos que en momentos de consolar a alguien no se nos escape ese dicho, y que podamos consolar contando algunas de estas experiencias de los santos que vimos.
Otro ejemplo muy conocido es el de José, que fue vendido por sus hermanos. Fue a parar a una oscura cárcel en Egipto. Todo tremendo. Pero en los planes de Dios, José debía bajar muy hondo en la desgracia porque le tocaba subir muy alto en la gloria. Llegó a ser virrey de Egipto. Por medio de él Dios salvó del hambre al pueblo de Israel. Hizo descender muy abajo a José para que las alturas del trono no lo marearan de vanagloria.
Una vez un famoso orador llamado Monsabré, en un arranque oratorio, llegó a decir que si Dios le concediera, durante 24 horas, su poder, cambiaría muchas cosas en el mundo; pero que si le concediera durante un minuto su Sabiduría, dejaría todo como está. Dios todo lo hizo bien. Es una de las primeras cosas que leemos en el génesis: "vio que todo lo que hizo era bueno".
Es importante que tengamos ojos de fe para entender que lo que aparenta estar torcido, para Dios es el camino más recto. Por es el hombre de fe profunda alaba siempre a Dios, en cualquier situación.
Y en eso está la base para poder vivir lo que dice Jesús: “No se preocupen
preguntándose qué vamos a comer o qué vamos a beber o con qué vamos a vestirnos.
Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre
celestial que ya sabe que la necesitan. Por lo tanto busquen primero el reino de Dios y
su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6, 31-34).
Como hizo Don Bosco: su calma y la serenidad en toda circunstancia se debían a que él se había abandonado en los brazos de Dios. Aquí está la clave para la paz que todos estamos buscando. Esa serenidad no la dan los tranquilizantes, ni el alcohol, ni las diversiones superficiales. Esa paz nos viene de Dios, cuando sabemos confiar en Él como un Padre amoroso y providente, y cuando buscamos primero el reino de Dios y su justicia.
Tenemos algunos puntos para seguir meditando en la semana, y de esta forma seguir preparándonos para cuando nos lleguen los momentos de sufrimientos o para salir fortalecidos si ya estamos pasando por uno.
¡Dios los bendiga especialmente, y nos dé mucho ánimo para consolar a otros que están sufriendo más que nosotros. No dejemos de buscar ante todo cumplir con lo que Dios espera de nosotros… lo demás va a llegar como añadidura! ¡Confiemos!
¡Nos vemos en el próximo post!
Fuente: Meditaciones para los días de sufrimiento. - P. Hugo Estrada s.d.b. - Editorial San Pablo
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