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Foto del escritorMagdalena Martínez

Mi vida desde la perspectiva de Dios


En el post anterior, vimos que podemos entender nuestra vida desde la perspectiva de Dios, según lo que nos dice la Biblia, desde 3 ángulos. Hoy vamos a relacionar nuestra vida con un fideicomiso, y así profundizar más en nuestro propósito personal y misión.


La Real Academia española, define así la palabra "fideicomiso" (los agregados en paréntesis son nuestros): “Disposición por la cual el que hace un testamento (Dios) deja su hacienda (todo lo creado) o parte de ella (los bienes y dones que da a cada uno) encomendada a la buena fe de alguien (nosotros) para que, en caso y tiempo determinados (lo que dure la misión o nuestra vida), la transmita a otra persona (a través del ejemplo y legado de nuestra vida) o la invierta del modo que se le señala (hacer multiplicar nuestros talentos)“.


El tiempo que tenemos en la tierra, la pasión con la que hacemos las cosas, nuestra inteligencia y talentos, las oportunidades, nuestras relaciones y recursos son todos dones que Dios nos confía para cuidar, administrar y hacer crecer. Somos como ama de llaves o mayordomos de todo lo que Él nos da. Este concepto de mayordomía comienza cuando reconocemos que Dios es el dueño de todos y de todo en la tierra.

La verdad es que no tenemos posesión de nada en nuestra breve estadía en la tierra. Y el primer trabajo que Dios les dio a los hombres fue que administren y cuiden todo lo que Él creó. Este papel nunca se abolió…. Es parte de nuestro propósito. Todo lo que disfrutemos, tenemos que tratarlo como un encargo que Dios puso en nuestras manos.


“¿Qué tenemos que no hayamos recibido? Y si lo recibimos, ¿por qué presumimos como si no nos lo hubieran dado?”. Y siempre, a los que reciben un encargo se les exige que demuestren ser dignos de confianza. Si nosotros le encargamos algo valioso o importante a alguna persona, esperamos que esa persona sea responsable y cuide y responda por lo que le encargamos ¿o no?


En la parábola de los talentos, Cristo nos pone para meditar sobre un hombre de negocios que confía sus riquezas a sus siervos mientras se va de viaje. Cuando vuelve, evalúa la responsabilidad de cada siervo y los recompensa equitativamente. El dueño dice: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Como fuiste fiel en lo poco, te voy a poner a cargo de mucho más…. Y lo invita a compartir el gozo de su señor…

Cuanto más Dios nos da, más responsable espera que seamos... Al final de nuestra vida en la tierra vamos a ser evaluados y recompensados según cómo hayamos usado lo que Dios, con tantas expectativas y confianza en nosotros, nos encargó…. Eso significa todo lo que hagamos


Hasta las tareas más simples repercuten en la eternidad…. Si tratamos todo como un encargo, con responsabilidad, Dios promete tres recompensas en la eternidad:


1) Dios nos va a dar su aprobación y nos va a decir: “¡Muy buen trabajo, muy bien hecho!”.


2) Nos va a ascender y nos va a dar una mayor responsabilidad en la eternidad:Te pondré a cargo de muchas cosas”.


3) Entonces vamos a ser honrados con un festejo: “Ven y comparte la felicidad de tu Señor y Maestro”.


Seguramente escuchamos muchas veces sobre el tema de las riquezas materiales, principalmente del dinero… Mucha gente no se da cuenta de que el dinero es las dos cosas, tanto una prueba como un fideicomiso de Dios.


Dios usa las finanzas para enseñarnos a confiar en Él, y para mucha gente, el dinero es la prueba más grande de todas. Dios ve cómo lo usamos para probar qué tan confiables somos. Siempre es bueno con todas estas cosas, ponernos a nosotros mismos en la situación de Dios… así vamos a poder entender mejor cuánto nos ama, y cuánto espera de nosotros…


Pensemos qué haríamos nosotros si tuviésemos que encargarle todas nuestras riquezas a una persona para que la administre, ¿seríamos capaces? ¿confiaríamos ciegamente? ¿pediríamos cuenta de como la administra?... así nos vamos a dar cuenta de que nosotros somos mucho más exigentes con los demás que lo que Dios nos exige a nosotros, y que, comparado con la generosidad de Dios, nosotros no podemos ni siquiera empezar a competir, todo lo contrario, en general solemos ser demasiado egoístas con las cosas que tenemos… incluso muchas de las cuales ni siquiera son nuestras realmente. Y no solo hablo de bienes materiales, también somos egoístas con nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestro compromiso…


Y como también leemos en las Sagradas Escrituras… si no fuimos honrados y responsables en el uso de las riquezas del mundo, ¿quién nos va a confiar las riquezas verdaderas y eternas? Empecemos a ser igual de exigentes y más exigentes con nosotros mismos de lo que somos con los demás, para dar cuentas a Dios de todo lo que hacemos...


Respecto de los bienes materiales, hay una verdad muy importante: hay una relación directa entre el uso de mi dinero y la calidad de mi vida espiritual. La manera en que utilice mi dinero (riquezas mundanas) va a determinar cuántas gracias espirituales y bendiciones me puede confiar Dios (las verdaderas riquezas).

No dejemos de hacernos estas preguntas: ¿Será que la manera en que manejo mi dinero, mi talento, mi tiempo, está evitando que Dios pueda obrar más en mi vida? ¿Se me pueden confiar riquezas espirituales?


Jesús dijo que al que se le dio mucho, se le va a exigir mucho, y al que se le confió mucho, se le va a pedir aún más…. Tengamos esto en cuenta cuando empecemos con nuestra lista de pedidos a Dios… ¿realmente estamos dispuestos a ser responsables y a administrar bien lo que le pedimos a Dios que nos confíe?


La vida es una prueba y un encargo, y cuanto más Dios te da, más responsable espera que seas…


No nos olvidemos: si queremos ser fieles en lo mucho, tenemos que empezar a ser fieles en lo poco cada día, en cada oportunidad…


Pregunta para reflexionar: ¿Cuáles son las cosas más grandes que Dios me confió? ¿Cómo puedo administrarlas mejor y darle cuentas a Dios? ¿Cómo puedo “invertir” mi tiempo, mis talentos, mis bienes, para multiplicarlos y tener más “ganancias” de lo que Dios me dio?



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