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Foto del escritorLucia Furlán

Un minuto de silencio y ¡A SEGUIR!




Estamos llegando a la recta final de este año, año que puede haber sido excelente para algunos, no tan bueno para otros. Pero algo que no podemos negar es que, al empezar a transitar esta recta final, si ya de por sí vivimos a las corridas, pareciera que los días tienen menos horas y nos desesperamos por ir cerrando lo antes posible aquellas cosas pendientes que van quedando en el camino.


A esto, se le suman las responsabilidades propias de nuestra vida de estudiantes, de nuestra vida laboral y obviamente de la vida personal, responsabilidades que parecen el doble de pesadas a esta altura del año. Ni hablar que ahora nos acordamos de desempolvar esos propósitos que nos pusimos a principio de año y que hemos dejado en el olvido🥴. Y en el afán de querer cumplir con todo, muchas veces desviamos el foco de aquellas cosas que son más urgentes, generándonos un bloqueo mental que no nos permite avanzar con nada, lo que nos desmotiva y nos hace querer, como se dice, “tirar la toalla”.


¿Cómo sobrevivir a esta época sin enloquecer? Quédate conmigo y acompáñame, que te voy a dar un tip que seguro te va ayudar.


Creo que todos somos conscientes que vivimos en un mundo donde todo debe ir y ser rápido y muchas veces terminamos haciendo cosas por hacer, cayendo en un activismo que nos hace comportarnos como máquinas, no poniendo la atención que corresponde a lo que estamos haciendo; en simples palabras, caemos en la rutina.


Constantemente estamos bombardeados con información que consumimos sin reflexionar, no la asimilamos. Algo similar nos ocurre cuando comemos demasiado de golpe y nuestro cuerpo se enferma por no poder asimilar todo eso que hemos consumido.

Con la mente ocurre lo mismo, tarde o temprano ese exceso de estímulos y contenido nos generará consecuencias como: el estrés, la ansiedad, el mal humor, cansancio constante. No descansamos bien porque nuestro cerebro está alerta todo el tiempo, y si no descansamos, ¿cómo vamos a tener energía para superar de buena gana las pruebas que se nos presenten en el día a día? Todas estas consecuencias influyen en nuestra actitud de forma negativa, a su vez influye en nuestro comportamiento que a su vez influye en la relación con nuestro entorno.


Y esto ocurre porque, como explican algunos psicólogos y psiquiatras, existe algo que se llama “jet lag mental” 🧐, que es una sensación similar a la que se tiene cuando uno realiza un viaje largo y a nuestro cuerpo y mente les cuesta asimilar la velocidad con la que ha viajado, ya que la misma ha sido más rápida de lo que los mismos pueden asimilar.


El Jet Lag Mental ocurre cuando la mente es bombardeada constantemente por estímulos audiovisuales, por actividades, por iniciativas, ideas, proyectos, y no tenemos ni un momento para asimilar todo lo que recibimos, perdiendo poco a poco la profundidad, quedándonos en lo superficial, en lo que nos genera emociones fuertes o sentimientos instantáneos. nos quedamos en aquello que produce dopamina fácil.

Nos distraemos fácilmente, nos aburrimos fácilmente, el cerebro se acostumbra a lo fácil, dejando de lado actividades lentas como la reflexión, la introspección o el simple hecho de sentarnos a conversar y escuchar a otras personas durante largo tiempo.


La mente experimenta un aturdimiento constante, que cuando aprendemos a detectarlo, nos damos cuenta de que es realmente insoportable. Lo bueno es que, al darnos cuenta de este ruido constante podemos elegir FRENAR. Y así como lo leemos o lo decimos tan fácilmente, frenar debe ser una de las cosas más difíciles de hacer (más si sos como yo que amo estar en mil cosas, pero que si no se gestionan bien, terminan haciendo mal).


El hecho de frenar es una actividad que no le gusta a nuestro cerebro adicto a la dopamina y a la actividad frenética constante. Pero cuando aprendemos a hacerlo en el momento oportuno, realmente veremos como cambia nuestra relación con nuestro entorno, nos empezamos a sentir mejor, sentimos que nuestra mente no se bloquea como antes y gustamos de esos momentos en los que logramos bajar un millón de cambios. Y lo mejor de todo, logramos encontrar a Aquel que puede calmar todas nuestras ansias.


Hoy en día están muy de moda las técnicas de relajación, el mindfulness, el aprender a ser conscientes del momento presente, técnicas de respiración, entre muchas cosas más. Pero no es necesario pagar uno de esos cursos carísimos de introspección y meditación, dictado por alguien random con estudios inchequeables que nos enseñaría cosas con nombre raro, que después de todo, no podremos llevar a cabo o simplemente no van a lograr aquello que realmente buscamos, la tranquilidad del alma. Tal vez sí se logre cierta calma biológica, pero solo encontraremos verdadera tranquilidad en Dios.

Lo que necesitamos hacer, al menos un momento en el día, es SILENCIO.

Si, así como leyeron.


El maravilloso silencio, tan fácil pero tan complejo a la vez. Si alguien por acá trabaja con niños o tal vez tiene familia con niños pequeños, tendrá conocimiento que muchas veces es muy difícil lograr un silencio total. Si a un niño le cuesta hacer silencio, que nos queda a los adultos que tenemos muchísimas cosas más en la cabeza.


Si sentimos que de a momentos no avanzamos, que hemos perdido el eje, que estamos distraídos, no tenemos motivación, es posible que estemos aturdidos, y no necesariamente aturdidos en el exterior, sino también en el interior. Y si nos encontramos con el alma tan inquieta, ¿Cómo vamos a escuchar y responder a la voluntad de Dios, que muchas veces aparece frente a nosotros y ni siquiera nos damos cuenta?

Hay un libro muy lindo, escrito por el cardenal Robert Sarah, cuyo nombre es “la fuerza del silencio” (seguro ya se imaginan de qué trata), donde él dice claramente que El silencio cuesta, pero hace al hombre capaz de dejarse guiar por Dios” Además, nos enseña que, en el silencio la persona humana puede comprender su entorno, asumirlo y amarlo. Es muy importante que todo aquello que nos propongamos o hagamos día a día, tenga su fundamento en el dar gloria a Dios. En la sociedad donde vivimos se ha logrado callar la voz de Dios, pero Él siempre está y se nos hace presente, en una palabra, en una acción, en una idea o pensamiento o tal vez, en alguna persona. San Alberto Hurtado decía que el gran cristiano no es activista, sino que “guarda todo momento de su vida bajo el impulso divino”.


Si alguna vez nos sentimos desmotivados, sentimos que no damos para más, sentimos que frente a la cantidad de cosas que tenemos por hacer nos bloqueamos y no hacemos nada, hagamos silencio un rato, apaguemos las pantallas, vayamos a un lugar donde estemos tranquilos y veamos si lo que hacemos lo estamos haciendo, lo estamos haciendo bajo la dulce mirada de Dios.



Tomémonos un momento para reconocer, con humildad, nuestras fortalezas y defectos. Reflexionemos sobre nuestro comportamiento frente a la presión que nos pone este mundo frenético, aprendamos a frenar cuando sea necesario y te aseguro que vas a poder sobrellevar de manera distinta esta época del año y porque no, todo el año; te vas a sentir motivado y con fuerzas para rato.




Recordemos que lo que realmente importa es empezar y buscar la santidad en lo que hacemos, y como decía Magui en su último Blogcast “NUNC COEPI”. (Y si no saben queé significa, les dejo de tarea ir a leerlo o escucharlo.)


No dudemos en frenar cuando veamos que estamos perdiendo el eje. Si bien está bien tener compromisos y responsabilidades, no olvidemos que el verdadero líder necesita saber si va por el camino correcto para llegar a destino y también para poder guiar correctamente a los demás.


Aprovechemos a ponernos propósitos pocos y posibles para lograr mantenernos en eje para lograr completar las tareas que nos tocan. Propósitos que también nos recuerden aquellos objetivos grandes que alguna vez nos pusimos, sin perder de vista la santidad.

Y no te olvides, un minuto de silencio, ¡Y A SEGUIR! Que Dios pone todo en su lugar 😉💪🏽

Buena semana para todos! Ánimo y Hasta el próximo blogcast, Dios te bendiga!


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